martes, 14 de febrero de 2017

Escenas Míticas: Terror oriental - Llamada perdida




   No me podía permitir no incluir algún título de un director como Takeshi Miike, quizá el director más popular de Japón en las últimas dos décadas, por lo que, como no podía ser de otra manera, hablaremos de su trayectoria y contaremos en este ciclo con dos de sus películas. Una de ellas es esta “Llamada perdida”.




   Quizá sea uno de los directores, si no el que más, prolífico, con más de sesenta obras entre teatrales, películas y televisión. De hecho, entre 2001 y 2002 llegó a realizar la friolera de 15 películas, lo que fácilmente supondrá todo un record para los Guinness. Esta hiperactividad no le ha restado buenos y recordados títulos que disimilan asombrosamente la rapidez con la que han sido rodados.



   Decir Miike es decir polémica, es decir transgresión, o violencia. Sus películas no dejan indiferente a nadie. Su obra tiene la capacidad de crear una poderosa atracción o una exagerada repulsa. En ocasiones, incluso ambas a la vez o alternativamente durante un mismo film.



   Sin embargo, “Llamada perdida” es una de las películas más convencionales de su extensa filmografía donde el director nipón demostró que podía adaptarse perfectamente al cine de género y comercial, pues en este caso, se ajustaba al prototipo de terror de moda en su país en esa época. Que nadie espere pues ninguna semejanza con “Ichi, the killer”, “Visitor Q”, “Gozu”, la saga “Dead or alive” o “Audition” (tendrá su propio especial).



   “Llamada perdida” tenía dos de las características más recurrentes del cine de suspense japonés. Por un lado, aquello de mezclar la tecnología con lo paranormal. Y por ésto, el hecho de existir una maldición que se transmite precisamente por un medio tecnológico como es en este caso por los móviles. Algo que ofrecía similitudes con “Ringú” (un vídeo) o “Pulse” (Internet).



   Aun así, Miike no puede resistirse a darle su toque personal y aunque “Llamada perdida” tiene un objetivo claramente comercial, es bastante más extraña en su resolución que sus hermanas de género, especialmente en cuanto a lo abierto del final y en lo complejo de la explicación del porque se dan lugar los acontecimientos.



   Por cierto, que la melodía de llamada perdida que recibía cada personaje que transmitía la música y posterior muerte era escalofriante. Algo que potenciaron desde la propia página oficial de la película en la cual podías mandar un mensaje a cualquier conocido con dicha melodía para hacerle una macabra broma.



   Miike conseguía algunas secuencias de bastante inquietud, especialmente en los treinta minutos del tramo final a los que consigue imprimirles una intensidad brutal. Algo que ni por asomo consiguieron en el remake americano protagonizado por Shannyn Sossamon y Edwards Burns.

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